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Si la moda y la música tienen algo en común es que en ambas pasiones existen tres tipos de personajes: los clásicos, que tienen su público fiel desde el año de la pera; los relámpago, que aparecen por cinco minutos y a los años aparecen en un reality porque están pelando; y los extremistas, rompedores, “mírame o mírame”, “hago lo que me venga en gana”, “no me importa lo que digas”… Los clásicos que se mantienen es porque fueron extremistas en su época; los relámpago tuvieron cinco minutos de fama porque no fueron extremistas y los extremistas, pues, ¡son extremistas! Je, je. No, no. No me refiero a las Viudas Negras, recuerden que hablo de diseñadores y músicos, cuya lista podría perfectamente llenar un libro de páginas amarillas, pero se puede contar con los dedos los que junto a Kurt Cobain y Coco Chanel pasarán por la silla eléctrica de la inmortalidad. Entre ellos tenemos a una parejita que cada vez que salen a escena podrían quemar toda una ciudad con la envidia, pasión, repudio, admiración, vergüenza, excitación y lujuria que despiertan entre sus seguidores y adversos: la “very bad, bad girl, Gaga” y el extravagante director creativo de la casa Dior, Sir John Galliano. En el caso de Stefani Joanne Angelina Germanotta, le ha dado una bofetada a toda esta ola de jóvenes divas que no logran desarrollar un estilo propio sino a partir del efervescente gusto del consumidor; mientras que a Juan Carlos Antonio Galiano Guillén no le importa si una ajustada falda de caucho o un corsé de plástico sea social o físicamente opresor para la mujer: hacen simplemente lo que más les gusta sin importar el qué dirán. Por eso digo que son pocos los buenos políticos y artistas, porque ambos terminan ejerciendo el papel del otro.
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